sábado, 17 de marzo de 2012
EL CHE RECITANDO LOS HERALDOS NEGROS E VALLEJO
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jueves, 9 de febrero de 2012
DOCUMENTAL SOBRE SOBRE EL AGUA. NUESTRO RECURSO NATURAL
Animation Workshop, Nicobis, Escorzo, y la Comunidad...
viernes, 27 de enero de 2012
Movimiento estudiantil mexicano en 1968
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sábado, 14 de enero de 2012
LA MALDICION DEL ORO INCA: La Historia Negra de Yanacocha
"La Maldición del Oro Inca" es un documental realizado por un equipo periodístico del New York Times. Ellos viajan a Perú para investigar los efectos de la más grande mina de oro del país en el medio ambiente y en la vida de las comunidades locales, así como la historia de corrupciónn politica que la ha rodeado.
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jueves, 12 de enero de 2012
OBSOLESCENCIA PROGRAMADA: COMPRAR, TIRAR, COMPRAR
Excelente
documental de la television española sobre la obsolescencia programada: la
estrategia industrial segun la cual los objetos de consumo son diseñados para
que se dañen después de un tiempo de uso predeterminado, tras lo cual el único camino que queda es reemplazar el objeto por uno nuevo.
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viernes, 30 de diciembre de 2011
LA HISTORIA: NUEVOS ENFOQUES ¿CRISIS DE IDENTIDAD DISCIPLINAR?
Autores: Marta Dino - Carlos Mora.
Escuela Superior de Comercio "Carlos Pellegrini", Buenos Aires.
Recordemos que la historia como un saber con aspiraciones científicas, sobre la sociedad entendida como totalidad unitaria dotada de sentido viene de la Ilustración, se reafirmó con el historicismo y alcanzó su cenit en las décadas inmediatamente anteriores a la guerra mundial. El trabajo del historiador consistía en demostrar que, en efecto, la sociedad constituía una totalidad estructurada que había evolucionado en el tiempo guiada por algún principio rector de carácter universal que confería unidad al proceso y lo dotaba de sentido. Este principio rector podía, ser diverso: la historia de la humanidad era la historia de la libertad, o la historia de la lucha de clases, o la historia de la liberación de los pueblos. Pero si los principios eran distintos, en todos subyacía una concepción unitaria de la humanidad, una ley metahistórica de desarrollo y el postulado de un fin de la historia como reino de la libertad, como fin de la explotación o como triunfo de la razón. De ahí que el saber sobre el pasado tuviera un sentido y sus poseedores se creyeran investidos de una misión: indicar el camino para un futuro mejor. En las discusiones de los últimos decenios han sido puestas crecientemente en tela de juicio las concepciones científicas hermenéuticas y analíticas de la historia.
INTRODUCCIÓN:
El objetivo del presente trabajo se centra en presentar las
principales vertientes del denominado" giro epistemológico" que se ha
apoderado de la reflexión de los historiadores sobre su disciplina a comienzos
de los años 70 y delimitar algunas líneas de reflexión, no juicios valorativos,
con respecto de algunas de estas vertientes ya que son actualmente parte de un
debate que no ha encontrado resolución.
A partir de los años 70, los paradigmas unificadores de las
disciplinas que constituyen las ciencias sociales, o que al menos, le servían
de punto de referencia, fueron severamente cuestionados. La duda que se impuso
en las sociedades occidentales avanzadas, enfrentadas en esos años a formas de
crisis que no sabían comprender e incluso, a menudo describir, ha contribuido
ha difundir la convicción que el proyecto de una inteligibilidad global de lo
social quedaba- al menos provisoriamente- entre paréntesis.
El cambio de orientación de las investigaciones históricas hacia
fases de equilibrio de la sociedad, de las grandes estructuras impersonales a
los aspectos existenciales de la vida diaria, de la historia social a la
historia cultural, se reforzó a partir de los años 70 cuando el boom y el
crecimiento parecieron perder su impulso por mucho tiempo y dejaron su sitio a
una crisis mundial particularmente profunda que sumió al mundo industrializado
en la recesión, el paro y la inflación. El punto de partida de un sentimiento
generalizado de pérdida de centralidad de la historia y de la función del
historiador en las sociedades contemporáneas hacia esos años fue la gran crisis
de los modelos de explicación macrosociales y de las hipótesis fuertes que no
sobrevivieron a la desmentida, que les proporcionaba el mismo desarrollo
histórico, ni a los climas menos ideologizados que comenzaron a imperar en los
80.
Lo paradójico es que el discurso que se instaura en esos años sobre
la crisis de sentido de la historia fue acompañado de un extraordinario
incremento de la producción bibliográfica en donde ningún tema quedaba por
explorar, ningún camino por recorrer. De esta forma, podemos decir que
caracteriza el estado actual de la disciplina, la dispersión de concepciones,
el desmigajamiento de temas, la pluralidad de métodos y caminos y - para
algunos- la falta de un claro propósito.
El resultado de la enorme proliferación de los estudios históricos
produjo, inevitablemente, el quebrantamiento de las grandes escuelas históricas
que hizo que a una crisis de sentido se sumara una crisis epistemológica,
reabriendo, como hace un siglo, la discusión en torno a la posibilidad misma de
conocimiento objetivo sobre la sociedad y sobre los procesos de cambio
Recordemos que la historia como un saber con aspiraciones científicas, sobre la sociedad entendida como totalidad unitaria dotada de sentido viene de la Ilustración, se reafirmó con el historicismo y alcanzó su cenit en las décadas inmediatamente anteriores a la guerra mundial. El trabajo del historiador consistía en demostrar que, en efecto, la sociedad constituía una totalidad estructurada que había evolucionado en el tiempo guiada por algún principio rector de carácter universal que confería unidad al proceso y lo dotaba de sentido. Este principio rector podía, ser diverso: la historia de la humanidad era la historia de la libertad, o la historia de la lucha de clases, o la historia de la liberación de los pueblos. Pero si los principios eran distintos, en todos subyacía una concepción unitaria de la humanidad, una ley metahistórica de desarrollo y el postulado de un fin de la historia como reino de la libertad, como fin de la explotación o como triunfo de la razón. De ahí que el saber sobre el pasado tuviera un sentido y sus poseedores se creyeran investidos de una misión: indicar el camino para un futuro mejor. En las discusiones de los últimos decenios han sido puestas crecientemente en tela de juicio las concepciones científicas hermenéuticas y analíticas de la historia.
La duda radical de la posibilidad de una historia científica está
estrechamente ligada, en nuestro siglo, al creciente malestar provocado por la
sociedad y la cultura modernas. Esta sociedad ha sido considerada como el
legado de la Ilustración. La Ilustración fue entendida originariamente como
emancipación, como una liberación que debía llevarse a cabo en el enfrentamiento,
guiado por la razón, con las autoridades espirituales y sociopolíticas
existentes. Pero la razón tiene dos caras, una normativa y otra
instrumental-técnica. Su meta normativa es un mundo en el cual todo hombre,
guiado por su razón, puede determinar su propia andadura y desarrollarse
plenamente. El mundo, sin embargo, es también un mundo en el que el hombre,
gracias a sus conocimientos científicos, domina la naturaleza y domina la
sociedad. La crítica al carácter emancipador de la Ilustración y a su idea de
unos hombres con iguales derechos procedió, a finales del siglo XIX y en la
primera mitad del siglo XX, de pensadores como Nietzsche y Heidegger, quienes,
desde un punto de vista elitista, rechazaban la idea de la igualdad de derechos
y de la superación de la violencia. Con el objetivo contrario, es decir, el de
la igualdad de derechos, la crítica a la Ilustración fue luego adoptada por
otros pensadores, entre ellos Adorno y Marcuse. Ellos veían en la razón el
instrumento con el que los hombres no sólo dominan la naturaleza, sino también,
de forma creciente, a los hombres. En nombre de la razón, el mundo era cada vez
más destruido y deshumanizado. La razón, que quería abolir el mito, se habría
convertido en un nuevo mito. Auschwitz y la destrucción del medio ambiente eran
consideradas como las secuelas consecuentes de la Ilustración.
Esta actitud crítica frente al mundo moderno determina una gran
parte de la nueva historiografía.
Las nuevas tendencias rechazan las ideologías que pretenden arreglar
el mundo, las cuales, en su opinión, han conducido a los sistemas totalitarios
del siglo XX.
En este aspecto, hay que considerar que el profundo cambio
estructural que viene sufriendo la sociedad moderna, va acompañado de un
escepticismo ante la ciencia, que se ha acrecentado en los últimos tres
decenios y en que se manifiesta la desazón por la moderna civilización
tecnocientífica, desazón que se percibía ya en la crítica cultural de finales
del siglo XIX y de principios del 20. En las disputas políticas de la segunda
mitad de los años sesenta, desencadenadas en los EE.UU., por los conflictos
suscitados en torno a los derechos civiles y a la guerra de Vietnam, lo que
importaba no era sólo la crítica a las condiciones sociales y políticas
reinantes sino también la crítica a la calidad de vida en una sociedad
altamente industrializada. La fe en el progreso y en la ciencia, en la que se
fundamentaba la historia económica cuantitativa de la New Economic History sino
también el marxismo, resultaba cada vez más cuestionable en vista de los
peligros y de la brutalidad que acarreaba el proceso de tecnificación en el
Primer y Tercer Mundo. Es importante tener claro que los movimientos
estudiantiles de finales de los sesenta estaban dirigidos al mismo tiempo
contra el capitalismo realmente existente y contra el marxismo ortodoxo. Por lo
que se refiere a los desarrollos que tuvieron lugar en la historiografía, esto
es importante para comprender por qué ni los modelos sociocientíficos
habituales ni el materialismo histórico fueron capaces de seguir convenciendo.
Ambos parten de concepciones macrohistóricas y macrosociales, para la cuales el
estado, el mercado o, para el marxismo - la clase constituyen conceptos
centrales. En el trasfondo yace la firme fe en la posibilidad y en la
deseabilidad de un crecimiento científicamente controlado. En estas
concepciones macrosociales había poco espacio para aquellos grupos de la
población que hasta entonces habían quedado excluidos de un orden social
patriarcal y jerárquico y con los cuales tampoco el marxismo clásico se
mostraba muy convencido: mujeres, minorías étnicas, grupos social y
culturalmente marginales, los cuales ahora reivindicaban una identidad y una
historia propias.
En la concepción de historia de la "Nueva Historia Cultural"
desempeña, con frecuencia, un papel de primerísimo orden una valoración
negativa de la historia occidental, unida a una relación muy paradójica con el
marxismo.
Lo que hasta ahora le ha faltado a la historia social, es en la
opinión de sus críticos, una idea adecuada y matizada de cómo se puede
aprehender y exponer la compleja relación mutua que existe entre las
estructuras globales y las praxis de los sujetos, entre las condiciones de
vida, las relaciones de producción y de dominación, y las experiencias y los
modos de comportamiento de los afectados.
Las vertientes más significativas dentro del actual panorama de la
historiografía, desde la perspectiva del eco de las obras de los historiadores
en el conjunto de la sociedad son:
a. la historia
marxista de orientación cultural o antropología crítica
b. la historia de la
vida privada, microhistoria y antropología histórica y
c. por la
importancia que ha adquirido en el debate histórico de los últimos años el
denominado "giro lingüístico"
a) La historia marxista de orientación cultural o antropología
crítica.
Hacia los años 70 y 80, los pensadores críticos de la era
posindustrial percibieron la concentración marxiana en macro agregados tales
como la productividad, las clases y el estado, como demasiado restrictiva en
vista de las formas extraeconómicas y extraestatales de ejercer el poder y el
dominio en la vida cotidiana, incluidas las relaciones entre los sexos.
La emancipación- o las presiones de las que los hombres deben
emanciparse- es imaginada por estos historiadores de un modo totalmente
distinto de cómo la veía el marxismo clásico. Según Focault, esas presiones no
surgen, en primera instancia, de las estructuras institucionalizadas, por
ejemplo del estado o del dominio de clase, sino que se encarnan en las muchas
relaciones interpersonales, en las que unos hombres ejercen el poder sobre
otros. Pero, al mismo tiempo, la idea de la función emancipadora de la ciencia
vuelve a ser cuestionada. Tras las amargas experiencias con los esfuerzos
marxistas desde la revolución de noviembre de 1917 por convertir las utopías en
realidad, todo intento de hacer ciencia con pretensiones ideológicas o
emancipadoras cae bajo la sospecha de querer manipular la verdad y las
personas.
En la historiografía marxista de los países occidentales se
formaron, después de la Segunda Guerra Mundial, dos corrientes principales; una
estructuralista, y la otra culturalista, las cuales, no obstante se confunden
muchas veces una con la otra.
La corriente estructuralista está todavía estrechamente ligada a la
doctrina marxiana de la infraestructura, la superestructura y a la de los
estadios. El problema central que interesa a historiadores como Dobbs, Vilar es
la transición del feudalismo como formación social al capitalismo.Pese a que la
doctrina de los estadios podía llevar a adoptar criterios unilaterales
dogmáticos, en los años 50 y 60 condujo a vivas y fructíferas discusiones con
historiadores sociales y de la economía no marxistas sobre la formación de un
sistema económico y de un orden social modernos. Hace tiempo que estas
discusiones han amainado. Pero la concepción del capitalismo como un sistema
mundial ha suministrado instrumentos conceptuales al problema de la dependencia
y del subdesarrollo del tercer mundo.
Mientras para los estructuralistas, orientados frecuentemente hacia
Althusser, las relaciones sociales objetivas son decisivas para el desarrollo
de la conciencia de clase, para un gran número de marxistas angloparlantes e
italianos(Thompson, Rudé, Hobsbawn, Ginsburg, Levi, Poni), la conciencia
desempeña un papel decisivo.Continúa siendo marxista el conflicto entre los que
ejercen la dominación y aquéllos que son dominados, pero es nuevo el realce de
la conciencia y de la cultura como factores decisivos en la acción social. El
eje pasa a ser como los seres humanos viven su situación.La historia es ahora
considerada" desde abajo ".
A diferencia de la Antropología Histórica-que inmediatamente
analizaremos- que excluye en gran medida el contexto político y postula una
conciencia colectiva y unos patrones de acción colectivos, los marxistas
orientados hacia la cultura continúan partiendo del carácter conflictivo de
cualquier sociedad. Este conflicto es de naturaleza político, si bien no
siempre adopta la forma de un enfrentamiento abierto, sino que se puede
expresar en resistencias que se dan encubiertas en la vida cotidiana. A
diferencia de la pasividad otorgada por Marx a las capas bajas preproletarias,
el marxismo orientado hacia la cultura resalta la participación activa y las
resistencias cotidianas de esas capas.
Un importante impulso en esta dirección lo dio la obra de Edward.P
Thompson "La formación histórica de la clase obrera en
Inglaterra,1780-1832" y sus posteriores enfrentamientos teóricos con la ortodoxia
marxista y, especialmente con el estructuralismo marxista de Louis Althusser.
Thompson distingue nítidamente "entre el marxismo como sistema cerrado y
una tradición, procedente de Marx, de investigación y críticas abiertas".
Thompson rechaza la doctrina según la cual la clase obrera sería el
resultado de las nuevas formas productivas. El no ve a la clase como una
estructura y menos aún como una categoría, sino efectivamente como algo que
tiene lugar en las relaciones entre seres humanos. Esto no significa un
"culturalismo puro." La experiencia de clase se halla en gran medida
determinada por las relaciones de producción del entorno en que uno nace- o
ingresa- en contra de su voluntad". La conciencia de clase, en cambio,
"es el modo en que se interpretan y transmiten culturalmente estas
experiencias: se encarna en tradiciones, sistema de valores, ideas y formas
institucionales".
Thompson ha señalado que no basta con que hubiera fábricas para que
el conjunto de los trabajadores formara una clase( y, en muchas partes,
inclusive no llegaron a formarla ) como así también que los cambios en las
relaciones de producción y en las condiciones de trabajo provocados por la
revolución industrial no fueron impuestos a ningún material en bruto, sino al
inglés nacido libre que incorporó en este proceso conceptos, modos de
comportamiento y valores establecidos mucho tiempo atrás. De aquí que Thompson
señale que en la transformación los obreros desempeñaron un papel activo.
Al reconocer a la subjetividad un papel decisivo, esta concepción
puede aproximarse de un modo crítico a las tradiciones científicas de origen
marxista y socio científicas para las cuales son decisivas las estructuras
sociales y económicas.
No obstante, la insistencia de Thompson en los elementos culturales
se mantienen, dos componentes decisivos de la tradición científica marxista: el
presupuesto de que las relaciones de producción y posesión son los puntos de
partida del análisis social y, relacionada con ello, la convicción de que estas
relaciones determinan la desigualdad social y el conflicto.
Thompson y los historiadores marxistas de orientación cultural
posteriores perseveran en dos conceptos generales: en el concepto de clase y en
de cultura popular. Por cultura popular entiende Thompson una cultura plebeya,
un concepto que adopta del discurso etnológico.
El concepto de una cultura popular plebeya que se resiste a las
condiciones y prácticas de poder establecidas aparece repetidamente en los
estudios de inspiración marxista de las sociedades preindustriales y de la
temprana era industrial. Trabajos como "Rebeldes sociales" de
Hobsbawm, de George Rudé y numerosas publicaciones italianas, por ejemplo, se
dedican a la resistencia de una población de campesinos o artesanos contra la
irrupción de las formas económicas capitalistas, una resistencia que no se
manifiesta tanto en las acciones políticas directas, como en las formas ocultas
de los trucos campesinos y de obstinada actitud ante el trabajo y el
rendimiento.
En "El queso y los gusanos.El mundo de un molinero hacia
1600", de Carlo Ginsburg, esta cultura plebeya que lo impregna todo se
condensa en la visión del mundo de un hombre excepcional. El pueblo aparece
aquí como un todo provisto de una cultura común que lo separa de las capas sociales
que poseen el poder social y cultural
b) Historia de la vida privada, microhistoria y antropología
histórica.
La corriente de la antropología histórica interpretativa en Alemania
recibe el nombre de "historia de lo cotidiano" Si en algunas
ocasiones este ámbito de la investigación histórica se vincula al giro
lingüístico es porque se inspira en los trabajos del antropólogo norteamericano
Clifford Geertz, cuya tesis fundamental es que el investigador ha de entender
la sociedad por él estudiada como un texto.Desde este postulado se deriva el
método de análisis que Geertz llama "descripción densa", cuyo
propósito es reconstruir la coherencia de la cultura estudiada por el
investigador. También la historia de lo cotidiano ha salido de las entrañas de
la historia social marxista de los años 70, por iniciativa de un grupo de
historiadores alternativos situados en esos años al margen de la universidad
alemana.
Los factores culturales se presentan como las verdaderas
"fuerzas motrices de la historia" cuyo análisis resulta necesario si
se quiere llevar a buen término la edificación de esa "historia total del
hombre. Para emprender tal edificación, hay que aprender a comprender
"desde el interior" las sociedades estudiadas, dejándose guiar por
ellas, en vez de someterlas a marcos interpretativos etnocéntricos",
rígidos y válidos indistintamente para todos los casos. La historia de la vida
cotidiana y la microhistoria se han distanciado de las categorías
macrohistóricas de "mercado"y "estado" las cuales eran de
importancia decisiva para el marxismo y para la diversas formas de la ciencia
social histórica.
Lo que para el marxismo es la lucha de clases, para muchos
historiadores de la vida cotidiana y microhistoriadores es la resistencia.
Un ejemplo de reorientación de esta naturaleza lo constituye la
historia de las mujeres, la cual se aleja del movimiento feminista, para
orientarse a una historia crítica de la vida cotidiana de la mujer. Para el
concepto marxista de clase, en cambio la mujer es invisible como mujer.
En lugar de una sola historia, ahora existen muchas historias. La
historia no arranca de un centro ni se mueve en forma unilineal en una sola
dirección. No sólo existe un número de culturas de gran valor, incluso dentro
de esas culturas no existe ningún centro en torno al cual se pueda desarrollar
una exposición unitaria. Por ello es posible una multiplicidad de historias,
cada una de las cuales exigen métodos específicos para aprehender los aspectos
cualitativos de las experiencias vitales.
La nueva historia de la vida cotidiana o microhistoria se centra en
la gente corriente, de aquellos hombres que no llevan las riendas del poder
Esto significa, al mismo tiempo, que se renuncia a considerar al poder político
como el elemento constitutivo de la historia.
Dada la dificultad que presenta reconstruir los procesos mentales de
hombres que no pertenecían a capas sociales altas y por ello no han dejado
testimonio alguno, los trabajos que lo intentan se apoyan en su mayoría en
sumarios judiciales, es decir que se ocupan de personas o sucesos
extraordinarios. Son ejemplos de ello el pueblo herético de La Roy Ladurie, el
regreso de Martín Guerre de Natalie Davis, el molinero filósofo Menocchio de
Ginsburg.
La cuestión acerca de las reglas metodológicas que debiera seguir el
análisis de esta descripción densa permanece abierta. Se plantea, sin embargo,
la cuestión de cómo los procedimientos hermeneúticos que evitan la
argumentación analítica pueden llegar a aportar algún conocimiento demostrable.
De acuerdo con la hermeneútica, los planteamientos teóricos y los métodos
analíticos de los científicos sociales empíricos no son aplicables aunque sólo
sea porque los conceptos abstractos no son capaces de comprender y trasmitir
los aspectos cualitativos de la existencia humana sin que se produzcan pérdidas
o distorsión. El salto hermeneútico presupone que exista un conjunto de
interrelaciones mayor que confieren una unidad a la materia y la hacen
comprensible como la cultura campesina en Ginsburg y Natalie Davis.
La historia de la vida cotidiana y la antropología histórica quieren
restringir expresamente la influencia de las teorías a fin de no violentar la
el objeto de la investigación. ¿Pero se puede pasar sin teorías explícitas?
Las estrategias de investigación desarrolladas por los microhistoriadores
implican que el análisis socio-histórico no se funde prioritariamente. en la
medición de propiedades abstractas de la realidad histórica sino que,
procedería dándose por regla el integrar y articular entre sí la mayor cantidad
de esas propiedades lo que supone una nueva modalidad de historia social atenta
a los individuos tomados en sus relaciones con otros individuos. El enfoque
microhistórico se propone enriquecer el análisis social, haciendo las variables
más numerosas, más complejas y también más móviles, El proyecto es hacer
aparecer, detrás de la tendencia general más visible(el grupo profesional, el
orden, la clase), las estrategias sociales desarrolladas por los diferentes
actores en función de su posición y de sus recursos respectivos, individuales,
familiares, de grupo, etc. El intento de Ginsburg de asociar las
manifestaciones casi ateas de Menocchio a una antiquísima cultura campesina
mediterránea, y de relacionar la ejecución del molinero con los esfuerzos de
las nuevas elites del poder económico y político por suprimir esa cultura, es
un ejemplo de la fusión de la investigación microhistórica con elementos
macrohistóricos de legado marxista aplicado a la gente corriente.
El relevo significa que ahora reciben un tratamiento histórico
aquellas esferas de la vida que hasta el momento han quedado al margen del
acontecer histórico, Un papel importante lo desempeña aquí la vida
privada-(infancia-sexualidad-familia-ocio muerte), la cual ya había merecido la
atención de los trabajos franceses del círculo de los Annales.
Sin embargo , no se aceptan los métodos de cuantificación utilizados
, por ejemplo en la historia serial de Chaunu, Vovelle y otros.
El libro de Emmanuel Le Roy Ladurie, "Montaillou" (1975) ,
obra que contempla un pequeño pueblo herético en el sur de Francia en los años
1314-1321 y que siguió al estudio demográfico-económico del mismo autor,
"Los campesinos del Languedoc"( 1966) que abarcaba cinco siglos desde
el 1300 hasta aproximadamente 1800, es un ejemplo de esta transición de una
macrohistoria a una microhistoria, de las estructuras a las experiencias y a
los modos de vida.
Pese a su crítica masiva a la historia social tradicional, casi
todos los representantes de la historia de la vida cotidiana y de la
microhistoria aceptan que haya un proceso de modernización. Este es para ellos
más complejo y está lastrado por mayores costes que para Marx, Weber o Rostow.
El interés de los historiadores de la vida cotidiana se esfuerzan por averiguar
cómo los hombres han vivido y experimentado ese proceso.
En casi todos los trabajos históricos de orientación antropológica
que se ocupan de las épocas posteriores a la Edad Media o también de las
culturas extraeuropeas, como por ejemplo "Pueblos sin historia" de
Eric Wolf, el proceso de modernización desempeña, repetimos, un papel de máxima
importancia. Un impulso importante para estas investigaciones lo dio la obra de
Norbert Elías "Sobre el proceso de modernización" que fue publicada
en 1939 pero que no llegó a ser conocida hasta 1969.Elías defiende la tesis de
que con el Absolutismo se originó una cultura cortesana que sometió las
funciones corporales, como comer, digerir, amar, las cuales antes habían sido
ejercidas sin traba alguna, a una reglas estrictas, relegándolas de la vida
pública a la privada.
Esta concepción de la privatización de las costumbres es la idea
fundamental de la Historia de la Vida Privada, que abarca el mundo occidental
desde la antigüedad romana hasta la Francia del siglo XX. .En Uruguay, la obra
de José P Barrán "La historia de la sensibilidad en el Uruguay"
representa un ejemplo, por su abordaje de temáticas no convencionales,
comparable con el francés.
La escuela de Annales, al sufrir estas diversas influencias, se abre
en los años 70, a nuevos horizontes:los estudios de las sensibidades y de la
cultura material.
Una visión sumamente crítica con respecto a esta orientación de las
investigaciones que caracteriza la producción de Annales de los últimos años es
realizada por el historiador francés Francois Dosse en su obra"La Historia
en migajas"
Al respecto señala Dosse: " La crisis de la idea de progreso ha
acentuado el renacimiento de las culturas anteriores a la industrialización. La
nueva historia se ha atrincherado en la búsqueda de tradiciones, buscando el
tiempo que se repite, las vueltas y revueltas que dan los individuos. Esta
investigación se hace más local, más personal a falta de un proyecto colectivo.
Se abandonan los grandes tiempos, los momentos voluntaristas de cambio, a
cambio de una memoria de los cotidiano de las "gentes de a pié".
Continúa el citado autor: " Al responder al desafío de la antropología
estructural, los historiadores de Annales aceptan los hábitos de sus más serios
rivales y confirman sus posiciones hegemónicas. El precio a pagar por esta
reconversión es el abandono de los grandes espacios económicos braudelianos, el
reflujo de los social hacia lo cultural y simbólico.El historiador
'annalistas" se calza las botas del etnólogo y abandona lo económico, los
social, el cambio. El acento se pone en las continuidades, se abandona la
historia problema. El Annales de hoy ha conseguido adaptar sus discursos al
discurso y al poder dominantes".
C) Teorías posmodernas o el giro lingüístico.
La expresión "giro lingüístico" ha aparecido en el
lenguaje de los historiadores a comienzos de los años 80, pero no se ha
impuesto como objeto de discusión hasta el final de la década siguiente. Con
esta expresión se engloba a todos los trabajos históricos que concenden alguna
importancia a la cuestión del lenguaje.En su mayoría, destacan el papel que los
filósofos y los teóricos del lenguaje (Barthes, Derrida, Foucault, Gadamer,
etc) pueden desempeñar en la renovación del trabajo de la historia intelectual.
La prioridad de la lengua ya fue formulada en la obra de Ferdinand de Saussure
"Fundamentos de Lingüística General" publicada póstumamente en 1916:
la lengua determina el contenido del pensamiento y, con él, la cultura, y no
viceversa
Según esta teoría, los historiadores tienen a su disposición un
limitado número de posibilidades retóricas, las cuales predeterminan la forma y
también, en cierto grado el contenido de la exposición por lo cual considera
que las narraciones históricas son ficciones lingüísticas, cuyo contenido
resulta tanto de la invención como del hallazgo y cuyas formas presentan más
puntos en común con la literatura que con la ciencia.
Con arreglo a esta idea, el historiador no escapa nunca de su mundo,
y lo que el ve es configurado de antemano por las categorías del lenguaje en el
que piensa. No existe una realidad que vaya más allá del texto. insistiendo en
que "no se evidencia ninguna coherencia ampliamente abarcadora en la
política, la economía o el sistema social"
Si bien Kant o también Max Weber, no admitieron ningún criterio
material de verdad, sí hubo para ellos un criterio formal, que se hallaba
arraigado en la lógica de la investigación. Esta lógica gozaba de validez
universal y constituía el fundamento de la ciencia objetiva. Este criterio
formal de la verdad es cuestionado ahora por varios teóricos de la ciencia
modernos. En su libro "La estructura de las revoluciones científicas
,Thomas Kuhn defiende la opinión de que la ciencia no puede ser comprendida
como la reflexión de un mundo objetivo. Pero no es poesía, es un discurso
condicionado por factores históricos y culturales, entre hombres que se han
puesto de acuerdo sobre las reglas de su discurso. Su núcleo reside en la
comunicación y, por lo tanto, en el lenguaje. De esta manera, Kuhn, si bien
pone en duda que la ciencia haga referencia a la realidad, no niega la
posibilidad de un discurso científico.
Las concepciones postmodernas de la ciencia puden ser objeto de
valoración en sus aspectos positivos y destructivos.
El posestructuralismo puso en el centro de la discusión, la
problemática inherente a la relación entre "palabras y cosas, entre la
lengua y la realidad extralingüística", y señaló acertadamente que la vida
mental se desarrolla en el lenguaje y que no existe ningún metalenguaje que
permita observar una realidad desde el exterior. Pero si los textos sólo
reflejan otros textos, sin hacer referencia a una realidad, entonces el
'pasado' se disuelve en literatura.
Este enfoque pasa por alto el hecho de que todo texto nace en un
contexto real. De esta forma "el lenguaje por sí mismo sólo alcanza
significado y autoridad dentro de unos entornos históricos y sociales
específicos. Por consiguiente, el papel del lenguaje consiste en mediar entre
el texto y la realidad.
Con la insistencia en el lenguaje, en la actual discusión teórica se
habla cada vez con mayor frecuencia del discurso como forma en la que tiene
lugar la comunicación entre los hombres. La dedicación al lenguaje desempeña un
papel cada vez más relevante en los trabajos histórico sociales e
históricos-culturales pero también en la historia política y en la historia
intelectual. Para la mayor parte de estos trabajos, el concepto de discurso es
un medio para acercarse más a la compleja realidad histórica, no para negarla.
Así, por ejemplo, la historia de las ideas políticas cobra nueva vida gracias a
la dedicación al lenguaje político. Un ejemplo de ello es la historia de los
conceptos políticos.
Lucien Febvre dio ya en 1942 en su obra "La incredulidad en la
época de Rabelais" un ejemplo de cómo es posible aproximarse a los
razonamientos de una época mediante el análisis de su lenguaje, el cual
constituye su "herramienta mental". Esto no significa que las ideas o
el lenguaje determinen una evolución histórica, como por ejemplo la formación
de la idea moderna del estado, pero sí que la hacen comprensible a partir del
examen de las formas cifradas, simbólicas del lenguaje.
Algunos trabajos en esta dirección desarrollados en nuestro país son
la obra de Marcelo Plotkin "Mañana es San Perón" y "Perón:
discurso político e ideología" de Silvia Sigal y Eliseo Verón
Roger Chartier, uno de los más destacados historiadores culturales
franceses y colaborador de los Annalesdurante largos años, constata que los
historiadores se volvieron "conscientes de que su discurso,
independientemente de cual sea su forma, es siempre una narración". Pero,
para Chartier, de esto no se deduce que la historiografía sea literatura pura.
La historiografía se diferencia de la literatura pura por la dependencia del
historiador de las fuentes o, en su caso, de los archivos, y, además, por la
dependencia de unos criterios científicos, la cual "capacita a la historia
para hacer vales los derechos de la verdad frente a todos los falsarios., el
mundo histórico aparece en forma de "representaciones"[,,,]"que
se manifiestan a través de signos o expresiones simbólicas". Pero la
inclusión de métodos semióticos, necesarios para descifrar esta simbología, no
significa, en modo alguno, una renuncia a los criterios de la investigación
histórica científica, sino su robustecimiento.
CONSIDERACIONES FINALES
Esta brevísima panorámica de la historiografía del siglo XX ha
permitido observar- entre los que podrían considerarse aspectos constructivos
de la misma que:
1º La creciente incertidumbre sobre la posibilidad de una historia
"objetiva" no ha conducido al fin de una investigación histórica y de
una historiografía científicas, antes bien, a lo que podríamos llamar una mayor
matización.
Los historiadores no han renunciado a la pretensión de tratar la
historia científicamente, si bien ahora con frecuencia ya no son tan
inflexibles al trazar el límite entre ciencia y literatura.
Sin duda, la pretensión de cientificidad tiene también su razón
sociológica basada, el hecho de que aún a finales del siglo XX la historia se
investiga, se enseña y se escribe en universidades e instituciones de
investigación -tales como las que se originaron en el siglo XIX- . Este marco
institucional determina en gran medida la forma en que el científico se
comporta como tal.
2º En los últimos veinte años la historia social ha tomado en
consideración, de un modo creciente, los aspectos culturales. Mientras que al
principio ponía de relieve los componentes económicos y las estratificaciones
sociales, las cuales podían ser aprehendidas estadísticamente, ahora otorga un
mayor papel a factores más sutiles, tales como la "pertenencia a un
determinado sexo o generación, las convicciones religiosas, las tradiciones
educativas o de formación cultural o las solidaridades regionales".
Sin negar el valor empírico de trabajos de este tipo son al respecto
significativas las palabras de Eric Hobsbawm que advierte sobre el "deber
de universalismo" de todo historiador, no por afinidad a un ideal al cual
muchos pueden estar ligados, sino porque es una condición necesaria para
comprender la historia de la humanidad, incluso de una parte de ella, ya que no
existe colectividad humana que no forme parte de un mundo más vasto y complejo.
3º El sujeto en la historiografía vuelve a adquirir un mayor
protagonismo, y los historiadores han comenzado no solamente a ver a los
hombres dentro de las estructuras sociales, culturales y lingüísticas que
determinan las formas del comportamiento humano , sino también a plantearse
cómo los hombres han contribuido a la formación y transformación de esas
estructuras.
4º Nunca antes la investigación histórica se ha dedicó a tantas
capas de la poblacióncomo así también a aspectos de la vida que , con
anterioridad, cuando el estado era el centro de atención y se distinguía
rigurosamente entre "la historia y los negocios", eran considerados
insignificantes para la historia. La sociedad apenas si era incorporada en
tanto dimensión pública de la experiencia social de individuos pensados en sus
articulaciones políticas(grupo o clase social identificados con partidos
políticos o con instituciones), o bien en sus estrictas determinaciones
materiales( grupo o clase derivados de su posición con respecto a los medios de
producción o en relación con indicadores externos cuantificables)
5º Los avances de la profesión, vinculados con el instrumental de
técnicas utilizadas -que van más allá tanto de la crítica de fuentes del
historicismo clásico como de los modelos cuantitativos de las ciencias sociales
empíricas-para valorar nuevas fuentes o con la capacidad de refinar las
hipótesis específicas dando cuenta de la percepción creciente de los
obstáculos, los límites que el historiador encuentra en su labor cotidiana para
un conocimiento cierto del pasado. Esta multiplicidad de estrategias de
investigación lleva a algunos historiadores a aseverar que la historia no ha
perdido, en modo alguno, su significado, sino que, gracias a la multiplicación
de las perspectivas, ha ganado en significados.
En este punto se hace necesario recalcar que- en los últimos
decenios- la producción de nuevas categorías y de nuevos modelos de análisis de
la sociedad se ha detenido completamente en las otras ciencias sociales
vecinas. Como puede deducirse de los planteos esbozados en el presente trabajo,
la historiografía ha encontrado motivos inspiradores y nuevas vías para la
investigación no tanto en ella misma como en el estímulo que le proporcionaban
otras ciencias sociales lo que supone una crisis de identidad con respecto a
éstas
Concluye el artículo titulado: ¿ La historia en crisis? el
historiador Santos Juliá: "La pluralidad de paradigmas, la eclosión de
temáticas, los caminos cruzados, la diversidad de interpretaciones del pasado,
la apertura e indeterminación del futuro constituyen la situación normal de la
historia, como de toda ciencia social. Crisis sería, en efecto, que por poseer
un sólido paradigma explicativo y por creer que el conocimiento del pasado es
la llave del futuro, pudieran seguir formulándose oráculos con gallarda
seguridad. Esa si sería una crisis y no la certeza de que que poseemos un incierto
saber sobre el pasado y de que apenas sabemos nada del futuro".
De esta forma, los trabajos históricos que confieren prioridad al
análisis de los discursos, los significados, o las interacciones sociales nos
conducen a la formulación de una serie de interrogantes de muy poco valor sin
la discusión de vías para resolverlos.
Las apreciaciones en que a nuestro entender habría que centrar la
polémica parten de la consideración de que el constante enfrentamiento con
vastos procesos de modernización, con todos sus fenómenos secundarios de orden
social, técnico y cultural nos empujan a planteamientos macrohistóricos.
Estas transformaciones revolucionarias no pueden comprenderse si no
se relacionan con unos entramados sociales de mayor alcance. La afirmación postmoderna,
a menudo defendida por los microhistoriadores, de que no existen ningunas
estructuras y procesos históricos que los abarquen todo, debe ser cuestionada.
Las revoluciones de los años entre 1989 y 1991 en la Europa del Este
y en la Unión Soviética han planteado una serie de cuestiones adicionales para
la ciencia histórica. Nadie había podido predecir el repentino derrumbamiento
de los sistemas del socialismo real o la rápida reunificación de Alemania,
consecuencia de aquel hecho. No se podía prever el cambio radical de 1989 con
los métodos de la ciencia histórica, pero, a posteriori, se puede hacer el
intento de explicar cómo se llegó a él. La historia no es una ciencia que pueda
hacer afirmaciones exactas acerca del futuro, pero sí es una ciencia retrospectiva,
que puede y debe intentar explicar el pasado para entenderlo .
No cabe duda de que la experiencia diaria y la investigación local
son valiosas, pero no sirven de amparo frente al curso del mundo . Ninguna
corriente de investigación en forma aislada se halla en condiciones de dar una
explicación satisfactoria pero juntas pueden contribuir a una comprensión de
estas transformaciones revolucionarias .
Del mismo modo no se pueden pasar por alto, el peligroso relativismo
que para la historia significa sembrar la duda entre hecho y ficción, realidad
objetiva y discurso conceptual. Con referencia señala Eric Hobsbawm : "Sin
entrar en el debate teórico de estas cuestiones, es esencial que los
historiadores defiendan los fundamentos de su disciplina: la supremacía de la
prueba. Si sus textos son ficciones- lo son en un sentido ya que se trata de
composiciones literarias- su materia prima es el hecho verificable.(...). Si
bien la historia es un arte que requiere de la imaginación, no es un producto
de la invención, ya que parte de objetos hallados. Cuando al ser acusado de
asesinato, un inculpado intenta probar su inocencia, no necesita de las
técnicas de un teórico posmoderno sino de las de un historiador
anticuado".
En su mayoría- como hemos visto-, los historiadores modernos han
reaccionado contra las filosofías de la historia. No obstante.,en cualquier
época la historiografía comparte una determinada concepción del mundo, desde la
que analiza el devenir, más aún constituye en cualquier caso una visión de la
realidad. En el fondo, el concepto del fin de la historia se halla determinado,
por el mismo supuesto que el pensamiento histórico tradicional, el supuesto de
que sólo puede haber una historia que progresa en el tiempo y de que, si ésta
pierde su significado como un todo, la historia necesariamente deba haber
llegado a su fin.
La duda en la capacidad comprensiva y explicativa de totalidades
provistas de sentido, la antigua noción de "causa en última instancia
determinante" debe hoy, lejos de conducir a posturas relativistas y
eclécticas, servir para conservar la imagen de la historia - como reflexión
crítica acerca del conocimiento del pasado y forma de construir relatos sobre
ese pasado - y reforzar su función social.
BIBLIOGRAFÍA:
Anderson, Perry. Los fines de la historia. Anagrama, Barcelona,
1997.
Ariés, Philippe. Ensayos de la memoria. 1943-1983. Bogotá, Norma,
1996
Chartier, Roger. La historia hoy en día: desafíos y propuestas. En
Anales de Historia Antigua y Medieval.,Nº 28, 1995. Facultad de Filosofía y
Letras-UBA-
Dosse, Francois. La historia en migajas. Valencia, 1988.
Ginzburg, Carlo. Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella. En
Ëntre pasados, nº 8, año V, 1995.
Hobsbawm, Eric. El historiador entre la cuestión de la universalidad
y la de la identidad. En Diogene, Nº 168, 1994
Iggers, Georg. La ciencia histórica en el siglo XX. Una visión
panorámica y crítica del debate internacional. Barcelona, Labor, 1995.
Moralejo, Enrique. Experiencia y lenguaje en la hermenéutica de
Gadamer. En La ciencia y el imaginario social. Bs.As. Biblos, 1996.
Noiriel, Gérard. Sobre la crisis de la historia. Cátedra Universitat
de Valencia,1997.
Rivera, Silvia. La influencia del giro lingüístico en la
problemática de las ciencias sociales. En La ciencia y el imaginario social.
Bs.As. Biblos, 1996.
Thompson, Edward. La formación histórica de la clase obrera en
Inglaterra(1780-1832), Laia, Barcelona, 1977
Juliá, Santos. ¿La historia en crisis? . En La historia en debate.
,Santiago de Compostela, 1995.
Autores: Marta Dino - Carlos Mora. Escuela Superior de Comercio
"Carlos Pellegrini", Buenos Aires.
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domingo, 25 de diciembre de 2011
DATOS CURIOSOS SOBRE LA HISTORIA Y TRADICIONES DE LA NAVIDAD
Un artículo interesante que aporta información al menos curiosa y datos que seguramente desconocemos de los ritos tradicionales cristianos, los cuales están basados en errores en su origen. Sin duda alguna, presenta información muy diferente al que se nos enseña actualmente por motivos e intereses del consumismo...
Por: Pepe Rodríguez
Desde mediados del siglo XIII el día de san
Nicolás se centró en los obsequios a los niños.
Las doce uvas de la suerte son una costumbre muy reciente, nacida en el primer tercio del siglo XX.
Por: Pepe Rodríguez
Jesús nació otro
día, otro año y en otro lugar
En los Evangelios no se aporta información
alguna acerca de cuándo, dónde y cómo nació Jesús. Todos los datos que los
cristianos dan por históricos son invenciones tardías e interesadas. El año del
natalicio del judío Jesús no fue el 1 de nuestra época, sino el 7 o 6 a.C. Las
Iglesias cristianas orientales siguen celebrando el natalicio de Jesús en el 6
u 8 de enero…
La magia de unos
Reyes de los que jamás se supo nada
De quienes hoy conocemos como «Reyes Magos»
sólo habló el texto de Mateo, pero es tan poco lo que se dice de ellos que las
tradiciones posteriores tuvieron que inventarlo absolutamente todo. Hasta el
siglo IV los Magos fueron dos, cuatro, seis, doce o sesenta, según fuera la
tradición. Hacia el primer cuarto del siglo III Orígenes afirmó taxativamente
que los magos habían sido sólo tres, una postura que acabó prevaleciendo desde
el siglo siguiente. Entrado ya el siglo III, Tertuliano, para evitar la mala
fama que tenían los magos persas, transformó a los Magos en «reyes de Oriente».
En el siglo XV,
Petrus de Natalibus fijó que Melchor tenía sesenta años, Gaspar cuarenta y
Baltasar veinte. Una descripción física que discrepaba mucho de todas las
anteriores.
Baltasar fue blanco
hasta el siglo XVI, época a partir de la cual se le representó como de raza
negra por necesidades estratégicas de la Iglesia.En Occidente no comenzó a celebrarse la adoración de los magos hasta el siglo V.Los Reyes Magos no empezaron a traer juguetes a los niños hasta mediados del siglo XIX.
La adoración de Bosch (1510); Baltasar ya es negro.
Papá Noél, el mito más moderno de la Navidad
Es el personaje más entrañable de la Navidad. Pero Papá Noél, o Santa Claus, es una figura muy reciente, hija de la imaginación de dos escritores neoyorquinos, nieta de la devoción de holandeses errantes, y real gracias a un dibujante satírico y a la publicidad de la Coca-Cola.
La figura de Santa
Claus se construyó sobre la de san Nicolás, obispo turco del siglo IV cuyo mito
y culto se expandió por toda la Europa medieval.
San Nicolás con niños en una postal centenaria
San Nicolás repartiendo juguetes; publicidad de 1890
La tradición de san
Nicolás llegó a New York en 1621 con los emigrantes holandeses.
Washington Irving, en
1809, escribió una sátira -Historia de New York- en la que deformó al santo
patrón holandés -Sinter Klaas- hasta transformarlo en el precedente de Santa
Claus (pronunciación que los angloparlantes le dieron al nombre holandés).
El éxito popular del
personaje de Irving se completó con un poema de Clement C. Moore, publicado en
1823, que acabó de inventar el mito del generoso y alegre personaje navideño.
Un dibujante satírico, Thomas Nast, entre 1863
y 1886, creó progresivamente la imagen básica de Santa Claus a través de sus
ilustraciones publicadas en la revista Harper’s.
La vestimenta roja del personaje nació a
finales del XIX como consecuencia del desarrollo de las técnicas de impresión
en color.
El ya popular Santa Claus pasó a Gran Bretaña
a mediados del siglo XIX y de allí a Francia, donde se fundió con el Bonhomme
Noël, origen de nuestro Papá Noél.
Ilustración ochocentista del Father Christmas inglés
Imagen del Bonhomme Noël francés de los años
veinte
La imagen actual de
Santa Claus/Papá Noél se la debemos a la Coca-Cola que en 1931 le encargó al
pintor Habdon Sundblom que remodelara al personaje de Nast para hacerlo más
humano, atractivo y creíble.
Primer Santa Claus diseñado para la Coca-Cola
El aspecto de un
vendedor jubilado llamado Lou Prentice sirvió de base a Sundblom para crear -en
sus óleos pintados entre 1931 y 1966- la figura moderna de Santa Claus,
popularizada por la publicidad navideña de Coca-Cola y por el cine
norteamericano. El pintor retrató a sus propios hijos y nietos en los anuncios
y, a la muerte de Prentice, añadió al rostro de Santa Claus sus propios rasgos
nórdicos.
Imagen de Santa Claus con los nietos del propio
pintor.
No hay nada sin historia ni significado
Todo lo que llena nuestros sentidos y hogares durante la Navidad nació en algún momento determinado y significa algo. Veamos:
Los villancicos
proceden de unas composiciones españolas del siglo XV-XVI que eran cortesanas y
versaban sobre temas amorosos. Durante los siglos XVII y XVIII se transformaron
en lujosas cantas religiosas y posteriormente aparecieron las tonadillas
populares.
El árbol de Navidad
se originó en la tradición ancestral del culto a los espíritus de la
Naturaleza; simboliza la fecundidad y la inmortalidad y fue cristianizado en la
Germania de mediados del siglo VIII.
Los adornos y bolas que se cuelgan actualmente
del árbol fueron creadas en el siglo XVIII por los sopladores de vidrio de
Bohemia.
Tras la Guerra de los
Treinta Años (1618-1648) la tradición del árbol fue reintroducida por los
suecos en Alemania. En la primera mitad del siglo XIX el árbol penetró en
Austria, Gran Bretaña y Francia. A partir del primer cuarto del siglo XX comenzó
a llegar a España.
El muérdago está
considerado como un talismán que da suerte y felicidad desde la Antigüedad. La
tradición navideña del «ramo de la suerte» se extendió por toda España a partir
de finales del primer cuarto del siglo XX.
¿Sabías que...?
El primer pavo asado le fue servido a Enrique
VIII de Inglaterra. Este ave se impuso en las mesas nobles españolas en el
siglo XVIII gracias al mecenazgo de los Austria. Hasta bien entrado el siglo XX
no se generalizó su consumo entre todas las clases sociales.
Ilustración ochocentista de un mercado de venta de
pavos.
El champaña no es un
invento francés. Los nobles ingleses del siglo XVII ya lo bebían.
El aguinaldo, paga
extra y lote navideño derivan de las strenae romanas.
Tarjeta de 1934 para pedir su aguinaldo el basurero
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